XI.A.1. Alimentación

La información disponible sobre la relación entre la alimentación y la aparición de gota o el incremento en los niveles séricos de urato es diversa y, en ocasiones, de calidad metodológica cuestionable. La falta de evidencia firme, junto con  las percepciones del médico y el paciente limitan la posibilidad de establecer recomendaciones precisas  (33, 149, 150, 351).

Existe evidencia de que algunos alimentos incrementan el riesgo de gota y otros lo reducen. Las dietas pobres en purinas tienen poco efecto sobre la reducción del urato sérico, con descensos que no llegan a 1 mg/día (351), y conllevan regímenes de alimentación de difícil cumplimiento a  largo plazo, por lo que es imposible conseguir una reducción clínicamente significativa de la uricemia únicamente con dieta (33, 149, 150 351). No obstante hay que evitar los alimentos que incrementan el riesgo de gota y/o los niveles de urato sérico y favorecer el consumo de los que lo disminuyen.

Entre los alimentos que de modo consistente incrementan el riesgo de gota hay que incluir: carnes rojas (cerdo, ternera o cordero), mariscos,  pescado y, en general, los productos con elevado contenido de proteínas de origen animal. Los alimentos, bebidas, y preparados dietéticos ricos en fructosa también se han asociado con un incremento en el riesgo de gota y de resistencia a la insulina (33, 149, 150, 339, 351, 352).

Entre los que  reducen el riesgo de gota y los niveles séricos de ácido úrico hay que tener en cuenta  la leche, el yogurt, y los productos bajos en grasas. El consumo de café y de proteínas de origen vegetal (legumbres y frutos secos) también ha demostrado un efecto protector (33, 75, 339, 352).

No se ha descrito un incremento del riesgo  de gota ni de hiperuricemia en individuos con consumo elevado de alimentos ricos en purinas de origen vegetal (guisantes, alubias, judías, lentejas, espinacas, hongos, avena o coliflor) (32, 150), por lo que se recomienda su consumo como parte de una dieta equilibrada. Un inconveniente del pescado azul,  rico en ácidos grasos omega-3 y con efectos  beneficiosos para el manejo de la comorbilidad asociada, es su elevado contenido en proteínas. Por consiguiente, el empleo de estos alimentos deberá individualizarse según la comorbilidad y los hábitos alimenticios de cada paciente.

En conclusión, la dieta del enfermo de gota deberá tener un contenido equilibrado de proteínas, carbohidratos y lípidos, con reducción de la ingesta de carnes rojas, grasas saturadas y carbohidratos refinados y un aporte calórico adecuado para mantener un peso estable. La dieta mediterránea reúne todas estas características por lo que  su recomendación deberá ajustarse a las perspectivas de médico y paciente (33, 75, 351, 353). Las dietas dirigidas a mejorar la resistencia a la insulina o el síndrome metabólico son una buena opción.

En el gráfico 4 se muestra el impacto de la dieta sobre  el riesgo de desarrollar enfermedad por depósito de cristales de UMS  y sus implicaciones en el contexto de la pirámide de alimentos (351, 354, 355).

Gráfico 4. Recomendaciones dietéticas ajustadas a dieta mediterránea.

Gráfico 4. Recomendaciones dietéticas ajustadas a dieta mediterránea.