VII.A. EVALUACIÓN GENERAL

Recomendación 10: En la primera valoración de un paciente con gota se debe realizar anamnesis y exploración física completa, general y del aparato locomotor (NE 5; GR D; GA 100%).

En la primera evaluación se realizará historia clínica completa en la que se recogerá, entre otros datos, el consumo de tabaco, preferiblemente como paquetes/año, y de alcohol, la fecha de la menopausia en las mujeres, y los hábitos de vida, fundamentalmente relacionados con la práctica de ejercicio físico y la dieta. Todos estos factores son  importantes debido a que añaden comorbilidad a la enfermedad y son susceptibles de modificación. Cabe señalar que el tabaquismo no se ha relacionado con la presencia de gota, pero sí  con el consumo de alcohol y con el incremento del riesgo cardiovascular observado en estos pacientes (149-151).

Recomendación 11: Se debe prestar especial atención a los factores de riesgo cardiovascular, empleando alguno de los instrumentos de estimación de riesgo disponibles (NE 5; GR D; GA 92%).

Además, se registrará la existencia de comorbilidades de riesgo cardiovascular, entre ellas la presencia de los diversos componentes del síndrome metabólico y la función renal (149-152). Es fundamental examinar el riesgo cardiovascular ya que empeora el pronóstico de la gota (153). Para su medición puede emplearse cualquiera de los instrumentos de valoración disponibles;  el índice SCORE (154) es uno de los que mejor se adaptan al estilo de vida mediterráneo y está validado en población española con patología reumática (155), pero también puede utilizarse  cualquier herramienta específica con la que el médico esté familiarizado, como las tablas de riesgo de Framingham (156). El índice SCORE puede calcularse a partir  de los valores de tensión arterial sistólica, colesterol total, edad, sexo, y hábito tabáquico (157), aunque también existen calculadoras automáticas fáciles de utilizar que incorporan información adicional como la talla, la presencia de diabetes y los antecedentes de evento cardiovascular (158). Del mismo modo, y por idénticas razones, es imprescindible estudiar la presencia de síndrome metabólico. Existen numerosas definiciones de síndrome metabólico, aunque las más utilizadas son la de la Organización Mundial de la Salud (159)  y la de la American Heart Association (160) (tabla 12). La disminución de la función renal es otra de las comorbilidades a tener en cuenta y es objeto de un capítulo específico en esta guía. La identificación y tratamiento de las comorbilidades y de los factores de riesgo relacionados forma parte de la evaluación obligada y del manejo integral del paciente con gota. Por último, y dado que muchos tratamientos pueden asociarse con hiperuricemia, es importante recabar información sobre todos los  fármacos que recibe el paciente y que pueden requerir ajuste terapéutico.

Recomendación 12: El panel recomienda evaluar en los pacientes con gota la magnitud del ataque y la gravedad de la enfermedad (NE 5; GR D; GA 92%).

Una vez identificado el estadio clínico de la enfermedad, es fundamental llevar a cabo una evaluación específica. En los episodios agudos se debe valorar el dolor, la afectación articular (número y grado de articulaciones dolorosas y tumefactas), la percepción del estado de salud, tanto por el paciente como por el médico, y el grado de discapacidad (tabla 13). En las formas crónicas es preciso determinar el nivel sérico de urato, la frecuencia e intensidad de los ataques, la presencia de tofos, el dolor, la calidad de vida, la capacidad funcional, la afectación articular (número y magnitud de articulaciones dolorosas y tumefactas), y la valoración general del estado de salud por parte del paciente (tabla 14). En opinión del panel de expertos esta evaluación, diseñada por OMERACT para el seguimiento de pacientes participantes en ensayos clínicos, puede utilizarse en la práctica clínica habitual si se considera que los dominios estudiados son objetivos terapéuticos definidos.